BOLIVIA
Luchas por el poder o por recursos: ¿por qué Bolivia es un país conflictivo? – Pagina Siete

El Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), a través de su espacio denominado diálogos “Marcos Escudero”, organizó un conversatorio sobre “la situación boliviana” en el que participaron seis analistas de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, para tratar de responder si el origen de los conflictos en el país tiene su base en una lucha por el poder o si más bien se trata de una pelea por recursos.
En la discusión surgieron temas desde la institucionalidad de Bolivia, fracturas regionales, concentración demográfica, hasta posiciones extremas, como una eventual guerra civil y separatismo.
Participaron en el debate Carlos Hugo Molina, Horst Grebe, Erika Brockmann, Gonzalo Flores, Armando de la Parra y Walter Guevara.
Dos fracturas
Grebe comenzó afirmando que la coyuntura boliviana consiste en una “conflictividad permanente” que opera sobre dos fracturas, una regional y una étnica cultural, que tienen distintos trayectos en el tiempo.
La regional, dice, está presente desde más o menos comienzos del siglo XX con episodios intermitentes, y tiene que ver con la demografía del país y con su estructura regional y geográfica Y la étnica cultural, que apareció más pronto, respecto a la naturaleza de las tensiones y conflictos actuales.
“Obviamente hay las dos cosas: hay luchas por el poder y luchas por los recursos. Entre las luchas por el poder yo menciono dos, la que está llevándose a cabo en el momento actual en el conflicto de Santa Cruz por la fecha del censo; y una lucha cada vez más intensa entre Evo Morales y Luis Arce, que tiene que ver con el control del poder y la preparación de la candidatura para 2025. En las luchas por recursos, tenemos como ejemplo la pugna de los cooperativistas auríferos, que han logrado dos cosas inéditas: la autorización para entrar a las áreas protegidas de Madidi, Cotapata y Apolobamba, y por otra parte han acordado un ridículo impuesto del 4,8%. Los cocaleros también están en conflicto porque hay una pretensión de los cocaleros del Chapare, denominado el conjunto de la producción de coca en Bolivia, unificando las políticas, las actividades y las conexiones con las siguientes etapas del circuito con la cocaína”, explica el analista.
En seguida mencionó la “formidable ineptitud” del gobierno para manejar los conflictos. “Muchos de los conflictos de esta naturaleza los origina él mismo, y después casi siempre tiene que ceder ante las presiones de las movilizaciones sociales, que son cada vez más violentas”.
En su criterio, “el gobierno carece de horizonte estratégico, tiene un dogmatismo y una miopía internacional que son francamente preocupantes, en una coyuntura tan peligrosa como la que tiene el mundo en este momento”. “Nosotros estamos alineados con el frente precisamente de los más irrespetuosos con las reglas internacionales, las reglas democráticas y el respeto a los derechos humanos”.
El origen de todo el conflicto, sostiene, es que los movimientos sociales desactivan en la práctica a la representación democrática, vía organizaciones, que no rinden cuentas. “La diferencia fundamental es que los partidos presuntamente perciben el bien común y rinden cuentas, los sindicatos, gremios y demás perciben sus intereses particulares y no rinden cuentas más que a sus propias leyes y objetivos, nadie respeta la ley, estamos ante una desinstitucionalización que yo creo que se viene agudizando y es cada vez más preocupante”.
En otro punto de su explicación, Grebe dice que la Asamblea Legislativa no representa todo el campo político del país y, por otro lado, las bancadas de la oposición carecen de conducción, por lo tanto, no son actores en el debate nacional por la coyuntura y por el futuro.
“Ningún partido, incluso el MAS, tiene una propuesta estratégica para lograr una visión de largo plazo, una planificación que nos permita superar nuestros problemas y mejorar drásticamente nuestra inserción internacional, que nos coloca como siempre a la cola de América del Sur”, concluye.
Planificación territorial
Desde Santa Cruz, Carlos Hugo Molina sostiene que el país se resuelve en 30 ciudades que tienen población mayor a 45.000 habitantes y que en este momento agrupan al 75% de la población; hay 300 municipios que son “decorativos”.
“Es un territorio descampado y respaldo mis palabras con la investigación que estoy trabajando en ciudades intermedias. Hay 250 municipios con población menor a 20.000 habitantes, en ninguno de ellos hay un hospital de segundo nivel y queda claro que en el 80% del territorio nacional no hay materia de salud”, explica.
Añade que el proceso de presión migratoria desgraciadamente es indetenible, pero es parte de lo que ocurre en el mundo, es una tendencia mundial, es un tema de economía de escala. “Este país sigue con un discurso originario indígena y campesino, cuando el 75% de la población vive en ciudades y desde el punto de vista de políticas públicas es insostenible. No hay forma de resolver la población en 256 municipios, no hay forma de retenerla”, dice.
Sobre el tema actual del conflicto, el censo, Molina sostiene que la pelea no es por el censo; “quien crea eso, se está equivocando, la pelea es por un elemento que no ha sido dicho, pero puede ser comprendido perfectamente para efectos prácticos, desmontar el sistema electoral armado por el MAS, porque si el 75% de la población vive en área urbana, no puede tener el 25% de la población el 60% de la representación parlamentaria, es que no nos damos cuenta”.
“El objeto del censo no es la formalidad de la distribución de recursos solamente, o de la representación solamente, es la aprobación de políticas públicas para que este país no termine concentrado en los tres departamentos del eje central. “Estamos frente a un problema que no hemos admitido en Bolivia, que es efectivamente el tema federal y el tema territorial que este país tiene es la dificultad de entender”, concluye.
La trilogía del conflicto
La exparlamentaria Erika Brokmann, desde Cochabamba, afirma que es hora de que “nos sinceremos con el país que queremos” y que más allá de hablar de instituciones, empecemos hablar de las instituciones que verdaderamente están funcionando: la informalidad y la desinstitucionalización, “repertorios de conflicto que se anclan en una cultura política tremendamente antiestatal, paradójicamente, cuando hay un partido que se está fortaleciendo como nunca desde el Estado”.
Habla de una “trilogía del conflicto boliviano”, que tiene que ver con lo territorial, con lo étnico y con lo indígena.
“En esta trilogía del conflicto boliviano hay que mirar el corazón del procedimiento y de la gestión política. Lo único que hemos hecho en estos últimos 15 años ha sido exacerbar las metodologías y procedimientos que incentivan el no pacto territorial, el no pacto intercultural y el no pacto productivo social con miras a la nueva realidad, no solamente interna, sino a la realidad externa con todo el tema del calentamiento global y el mundo multipolar en este desorden mundial”, afirma.
Según Brockmann, no se debe desarticular a los sindicatos, cooperativitas y a todos los actores de lo que representa el MAS como vehículo de poder y como instrumento político, “porque hacerlo significaría que no estamos entiendo al MAS con toda su dimensión”.
“Creo que el conflicto lo producen de manera absolutamente deliberada” y resalta la existencia de un conflicto de la sociedad frente al Estado.
“El segundo conflicto es el Estado contra el Estado, a través de la imposibilidad de consolidar las autonomías de buena fe y de manera sincera, considerando ese espacio territorial que no es viable y que debe encararse de una manera distinta la planificación del desarrollo”.
Y, en tercer lugar, menciona el conflicto de la sociedad civil versus la sociedad civil. “No me extraña que este conflicto sea el modus operandi del gobierno, pero también está siendo inoculada y azuzada desde un dispositivo comunicacional y un dispositivo de adoctrinamiento en esa base productiva capitalista popular en términos de no resolver las heridas que deberíamos estar curando con bálsamo y no con sal; entonces el MAS renta y aprovecha de todas estas rupturas que tenemos irresueltas para acumular y para conflictuar el país”.
Tipos de sociedad
Según el sociólogo Gonzalo Flores, en largo plazo el problema de Bolivia es que nunca termina de decidir si quiere ser una sociedad abierta o una sociedad cerrada.
“Toda nuestra historia desde mediados del siglo XVIII es cómo será y eso no se resuelve nunca; a veces hay saltos hacia la sociedad abierta y moderna, y después hay retrocesos ante una sociedad más cerrada, local y comunitaria, impermeable a las influencias externas. Me parece que en este momento esa tensión es muy fuerte y hay fuerzas que quieren hacer una sociedad que mira solamente hacia adentro y hay fuerzas que quieren hacer una sociedad abierta, ocupando los principios de las sociedad democráticas occidentales”, analiza.
En relación a la coyuntura que está viviendo el país dice que todos estos sectores que están movilizados, “no están intentando captar el poder, como le gustaría creer al gobierno, lo que están haciendo todos es desequilibrar su sistema para mejorar la relación entre sus contribuciones y sus retribuciones y después reequipar todo en una nueva condición en la que ha ganado un poquito más de ventajas”.
Flores destaca que Bolivia tiene que ir hacia un pacto político de largo plazo. “No sirve hacer un pacto político para las elecciones y los dos siguientes años, tenemos que ir hacia un pacto, como el Pacto de la Concordia”. Los partidos y las organizaciones políticas -dice- quieren empezar por el final, cuando lo que hay que hacer es ponerse de acuerdo en los principios esenciales en la comunicación, las reglas del juego de la alianza y generar confianza.
“Decidir una manera de elegir candidaturas y participar en elecciones es un trabajo muy grande, sobre todo si se tiene en cuenta que las fuerzas que lo van a integrar son muy desorganizadas y muy poco institucionalizadas”.
Democracia institucional
Armando de la Parra, director de Fundappac, dice que una de sus preocupaciones mayores es que en todas estas acciones dentro del conflicto la democracia institucional está perdiendo terreno, para dar paso a la “democracia de las multitudes”.
“Esa democracia de los cabildos, de las grandes reuniones, de donde salen resoluciones que no son producto del debate ni del intercambio entre los presentes, una práctica muy ejercitada por el MAS durante los anteriores años de gobierno, que se está contagiando y está llevando a que los actores políticos prefieran las multitudes, esas grandes reuniones antes que la deliberación”.
“La deliberación debe darse en las instancias que corresponden, pero la democracia y las multitudes están ganando a la democracia institucional, que tiene instancias, tiene el Parlamento, tiene los consejos, tiene muchas instancias en las que se podía llevar adelante los debates y los intercambios, pero eso ya no vale, ahora manda el que demuestra fuerza”.
¿Guerra civil?
El analista Walter Guevara dice que ha llegado el momento de preguntarnos si el país no está encaminándose hacia una guerra civil.
Explica que las guerras civiles se han producido, generalmente, bajo gobiernos que no son ni dictaduras extremas ni democracias avanzadas, sino lo que los politólogos llaman “anocracias”, gobiernos surgidos de elecciones que no respetan las reglas ni los principios de la democracia y destruyen sus instituciones de manera deliberada y sistemática, como sucede en Bolivia. Otra situación se da en un juego político del desarrollo de estrategias de poder que apelan a las facciones étnicas, regionales o religiosas.
“El caso que estamos viendo hoy, excluyendo lo religioso, tenemos fracciones étnicas, sociales y regionales, y cuando los actores predominantes entienden la democracia como una contienda bélica que les permita establecer una hegemonía permanente, esto provoca el surgimiento de actores dispuestos a utilizar la violencia para derrocar a los gobiernos que abusan del poder y destruyen las instituciones democráticas”, explica.
